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Nociones básicas de análisis para la construcción de un concepto de desarrollo

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01/03/2021
Edward Rauda. Estudiante segundo año Maestría en Desarrollo Territorial UCA  

Han sido diversos y por demás variados los incesantes procesos de desarrollo ejecutados en países como El Salvador; algunos, elaborados conjunta y participativamente, de manera que los habitantes de los propios sitios o zonas de intervención son los garantes de su construcción; y, por otro lado, son muchas veces simples procesos amparados y construidos desde las concepciones del desarrollo que emanan de las instancias ejecutoras o gestoras de los mismos; los cuales, pese a constituir una movilización considerable de recursos, no suponen mejoras o siquiera un avance en la calidad de vida de las personas que han sido denominadas como “beneficiarios” o (peor aún) como “sujetos de intervención”. Sea cual sea el escenario, se vuelve indispensable identificar cual es la definición de “desarrollo” que va a transversalizar la totalidad de los procesos, pues, será sustancial para comprender por qué se priorizan ciertos caminos a seguir en detrimento de otros.

No se procurará en el marco de este ensayo establecer una definición de desarrollo, pues, ello requiere de una discusión a profundidad en la que colisionen diversas ópticas y perspectivas que moldeen un concepto más “acabado”; sin embargo, sí se procurará dar respuesta a la interrogante ¿cuáles tendrían que ser las palabras clave que no deberían faltar? Es por demás cuestionable la validez de una noción de desarrollo sustentada a su totalidad en los simples procesos económicos; sin embargo, al ser el sistema capitalista el modelo imperante en la vida de la inmensa mayoría de países (y por ende la mayoría de la población mundial), el factor económico y su consecuente medición de la pobreza no puede suprimirse de la ecuación (al menos desde un enfoque de medición multidimensional de la misma). En palabras de Willis “el uso de una medida de riqueza para representar el desarrollo se considera apropiado puesto que se asume que con una cantidad mayor de riqueza vienen otros beneficios tales como mejora en salud, educación y calidad de vida” (Willis, 2005, p.6). Desde luego, esta mirada tan optimista solamente aplica a una “economía con rostro humano”, la cual haya superado la banalidad de competencia, acumulación, superioridad y depredación tan arraigada en el sistema capitalista, y “trabaje” para (el segundo elemento a considerarse en toda definición de desarrollo) mejorar la calidad de vida de las personas.

¿Cómo podemos entender la calidad de vida? Puede ser una tarea compleja, casi al mismo nivel que tratar de definir un concepto de desarrollo, sin embargo, podemos apoyarnos del análisis de Urzúa y Caqueo y un intento de consolidación de los diferentes conceptos analizados en su artículo[1], concluyendo que “la medición de la calidad de vida puede darse desde diversos enfoques pasando por una medición de elementos tangibles (condiciones materiales y mensurables), así como la percepción individual (satisfacción con esos recursos)” (Urzúa y Caqueo, 2012, p. 2-8).

Podemos complementar la perspectiva desde la que se aborda la calidad de vida con el enfoque de capacidades promovido por Nussbaum, quien establece que en un “enfoque de capacidades definido como una aproximación a la evaluación de la calidad de vida (…) la pregunta básica es “¿qué es capaz de hacer y de ser cada persona?” (Nussbaum, 2012, p.38). En definitiva, la misma complejidad de una definición de calidad de vida es una prueba fehaciente de la necesidad de incorporar sus múltiples dimensiones al momento de definir el desarrollo, por supuesto, “aterrizando” en una perspectiva lo más alejada posible de las meras concepciones económicas que se reducen a lo cuantificable y abordando los aspectos más cualitativos que se enfocan en el “ser”.

La sostenibilidad es un tercer elemento que debería formar parte del concepto de desarrollo, aportando al concepto en construcción los elementos sustanciales de su significado simplificados a su capacidad de “perdurar” en el tiempo (por supuesto, sus efectos). Desde luego, no se está aportando una “visión innovadora” a la construcción del concepto de desarrollo, pues este elemento forma parte del mismo desde la década de los 70s; de acuerdo a J. Sachs “este elemento ha sido abordado con especial relevancia desde la Conferencia de Estocolmo y la publicación simultánea de los límites del crecimiento que señalaban concretamente la necesidad de combinar el desarrollo económico y la sostenibilidad ambiental” (Sachs, 2015, p.555).

Las condiciones de vulnerabilidad global y nacional generadas a consecuencia del cambio climático y el calentamiento global son cada vez más perceptibles, no es necesario recurrir a la cita de un libro, revista o enciclopedia para atreverse a emitir tal aseveración; sin embargo, pese a que esto puede considerarse algo “obvio”, el camino actual por el que la humanidad transita generado por un sistema económico depredador de la naturaleza nos llama a la reflexión y nos lleva a cuestionarnos ¿estamos ante la crónica de una muerte anunciada?, ¿es posible o viable el desarrollo capitalista y respeto de la naturaleza? No, si nos referimos al menos a un modelo clásico que vele por el mantenimiento del status quo y que ponga la generación y acumulación de capitales y bienes por encima de los seres humanos y sus capacidades, en definitiva, no es un mundo siquiera deseable.

Los procesos e intervenciones de desarrollo al menos “deberían” ubicarse por encima de las nociones tradicionales de destrucción natural para la consecución de capitales, y enfocar sus esfuerzos a dinámicas más grandes que permitan conectar al “ser” con su “entorno”, que promueva la calidad de vida en concordancia con la calidad ecológica, que supere su visión de mercados y la transforme en una visión de sociedad, es la situación ideal deseable, o concebida en palabras de Gudynas como un Desarrollo Sostenible Súper – Fuerte (Gudynas, 2009, p.12). Los proyectos y procesos de desarrollo en general deberían  promover la “neo-adopción” de prácticas que nuestra actual concepción de modernidad e incluso egocentrismo, nos lleva a llamarlas ancestrales (considerándolo como un elemento peyorativo), así como el fortalecimiento de una conciencia colectiva que nos permita eliminar los diferentes mitos alrededor del desarrollo, los cuales han promovido la idea errónea de catalogar como sinónimo la ruralidad con el atraso y la urbanización con el progreso.

En conclusión, definir un concepto de desarrollo supone una labor titánica para cualquier equipo por más multidisciplinario que este sea; sin embargo, es una labor necesaria, sobre todo si se llevarán a cabo intervenciones de esta naturaleza, pues el “concepto” en su esencia se transversaliza a todas las acciones comprendidas en la intervención, y esto a su vez, definirá los resultados que se obtendrán. Cuando menos, el concepto de desarrollo a ser construido debería adoptar nociones económicas (fundamentadas en la medición multidimensional de la pobreza), abordar la calidad de vida con énfasis en las capacidades del “ser”, y, en definitiva, incorporar elementos de sostenibilidad con énfasis en las condiciones ambientales.

 

REFERENCIAS

Gudynas, Eduardo. (2009). Desarrollo sostenible: posturas contemporáneas y desafíos en la construcción del espacio urbano.

Nussbaum, Martha. (2012). Crear capacidades propuesta para el Desarrollo Humano. Paidós.

Sachs, Jeffrey. (2015). La era del desarrollo sostenible. DEUSTO.

Urzúa y Caqueo. (2012). Calidad de vida: una revisión teórica del concepto. Sociedad Chilena de Psicología Clínica.

Willis, Katie. (2005). Theories and practices of development. USA y Canadá. Routledge.

 

[1] Calidad de Vida: una revisión teórica del concepto.

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
Maestría en Desarrollo Territorial
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