Más allá del marketing que el nombre de este artículo pueda suponer, por venir de alguien de la Maestría en Desarrollo Territorial de la UCA, hay que decir que en esas dos palabras se esconde un conjunto de elementos que nos deben hacer pensar en la importancia de reflexionar sobre el desarrollo, y en este caso, el territorial.
Aunque hay quienes plantean que el concepto de desarrollo es algo obsoleto, atrasado, un producto necesario en un momento específico de la historia, pero actualmente desfasado (Albert Hirschman, Gustavo Esteva, Gilbert Ritz, entre otros), lo que no se puede negar es que la esencia del mismo sigue teniendo toda la validez del mundo en cuanto a que, en pocas palabras, se trata de buscar y alcanzar para la mayoría de personas una vida digna.
Y aquí es el momento de hacer una pregunta ¿Dónde se encuentran esas personas que merecen (merecemos) una vida digna?, la respuesta es sencilla, se encuentran en un territorio específico. Por lo tanto, sin querer parecer simplistas ni lineales de pensamiento, es válido afirmar que esa búsqueda y alcance de una mejor vida para las personas, está íntimamente relacionada con el lugar donde viven.
Lo anterior remite entonces al concepto de territorio, del que existen definiciones diversas, pero de las que interesan aquellas que lo ubican como algo más que un espacio físico, y que lo llaman espacio social (Lefebvre y Lorea, 2013); lugar en el que se crean y recrean las relaciones sociales entre las personas que comparten dicho espacio (Czytajlo, 2017); pero también donde se plasman las relaciones de poder que llevan al establecimiento de las diferencias (Bourdieu, 1999).
Por lo tanto, esa es la visión de territorio que interesa cuando se quiere relacionar con el desarrollo, y lo que da la pauta para desmontar otra idea muy afianzada en cuanto a que el impulso de procesos de desarrollo tiene un carácter unilateral, y que debe ser de arriba hacia abajo. ¿Por qué se desmonta esta idea con el concepto asumido de territorio?, por que el territorio entendido como se ha expuesto antes, se convierte en sujeto de las dinámicas que allí se puedan impulsar, ya no es más un simple objeto o lugar de referencia donde las cosas se hacen, sino que se descubre todo un entramado de relaciones de distinto tipo entre los diversos actores presentes en el mismo, y que tienen la capacidad de vislumbrar qué es lo que consideran es central para genera las transformaciones que les permitan acceder a una vida digna, como ellos la entienden.
De tal manera que se trata de poner en juego dos percepciones distintas, pero que es necesario armonizar de cara a tener los mejores resultados; y estas dos percepciones pueden denominarse la exógena y la endógena, la extraterritorial y la intraterritorial. Se trata de establecer relaciones de respeto y reconocimiento de los aportes que cada visión puede generar, en función del camino que hay que recorrer juntos, para acercarse a ese horizonte al que miran los actores territoriales.
Poniéndolo en blanco y negro, es como un juego de fútbol, basquetbol, voleibol, o el juego que se puedan imaginar; donde hay dos equipos, pero todos los jugadores van en una sola dirección, queriendo alcanzar una sola meta, llámese portería, canasta o punto; y para eso definen en conjunto la mejor estrategia para lograrlo; donde ambos equipos celebran los goles, canastas o puntos que hacen, los consideran como propios, porque saben que cada uno de ellos los acerca más al gane; a veces fallan, pero no se reprochan mutuamente, sino se animan, corrigen y siguen jugando.
De eso se trata el desarrollo territorial, de definir una meta, un horizonte al que se quiere llegar, de buscar a quienes quieren caminar hacia allí en un marco de respeto y relaciones horizontales, donde se valoran los saberes y conocimientos particulares; donde se trabaja de la mano, sin imposiciones. Y todo esto porque se reconoce a la persona como el centro de todo, y por lo tanto, no es válido hacer cosas que dañen a las personas presentes en el territorio, pero tampoco a las generaciones que vendrán después.
Formarse en desarrollo territorial significa adquirir nuevas formas de mirar la realidad a la que nos acercamos. Los lugares, sean conocidos o desconocidos, adquieren una nueva perspectiva; detrás de cada paisaje ver una potencialidad; en cada camino descuidado o necesidad no resuelta, visualizar un reto; en cada persona u organización local, encontrar capacidades, a veces visibles a veces escondidas, pero que están allí. En resumen, nos transforma como personas para contribuir de mejor manera a las transformaciones tan necesarias en muchos de los territorios en este país.
Referencias
Bourdieu, Pierre, (1999). El espacio para los puntos de vista. Recuperado de https://issuu.com/asuncioniglesias/docs/bourdieu_el_espacio_de_los_puntos_d
Czytajlo, N. P. (2017). Desigualdades socio-territoriales y de género en espacios metropolitanos. El sistema metropolitano de Tucumán (2001-2010). Bitácora Urbano Territorial, 27(3), 121-134. Recuperado de https://www.redalyc.org/journal/748/74853485013/html/
Lefebvre, H., & Lorea, I. M. (2013). La producción del espacio (pp. 31-50). Madrid: Capitán Swing