Dice Dalton en un verso por ahí que todos nacimos medio muertos en 1932… algo se podría decir así ahora… todos nacimos medio muertos medio vivos entre 1980 y 1990… años más, años menos, la guerra civil, la sangre derramada. No hay que perder de vista que la guerra civil es como esa etapa de transición entre el modelo oligárquico agroexportador hacia el modelo… bueno, sea lo que sea que tengamos ahora, pero que yo llamaría “logístico-financiero”, si bien probablemente con problemáticas similares a la de los años setenta: desigualdad, violencia, polarización… casi que se podría decir que no aprendimos nada.
La memoria de la sangre derramada, santos, mártires y muertos de uno y otro bando, porque en ésta de las últimas guerras campesinas del siglo XX, los que murieron fueron campesinos militantes y reclutados, habría de recordar una y otra vez que se trata de construir un mundo mejor utópica pero también realistamente hablando. La Universidad se centra en sus mártires y muchas veces se centra en la figura de Ellacuría, sin duda un personaje destacado en la historia eclesial y sociopolítica de este país. Pero no hay que olvidar la miríada de rostros sufrientes que acompañan y alumbran el camino: campesinos organizados conscientes, celebradores de la palabra, mujeres empoderadas, jóvenes rebeldes buscando nuevos horizontes, a veces de manera anómala pero siempre como protesta, intelectuales y poetas orgánicos o desprevenidos, gentes como mi abuelo jornalero humilde que sin saber leer mandaba a mi padre a conseguir El Universitario, hacía que se lo leyese y luego se iba al parque de Tenancingo a debatir política… así y muchos otros más.
Es importante desde esta perspectiva rescatar y mantener una visión de pueblo santo, mártir y anónimo. Los mártires de la UCA también son Elba y Celina, es también el trabajo desconocido de Lolo o la fraternidad de Amando o Pardito, así como la potencia intelectual del Nacho, el Zeus y el tímido encanto del carácter de Ellacu… sin duda, la liberación no parece estar a la vuelta de la esquina, pero ciertamente no vendrá bajo la figura del líder omnipotente y omnisciente – huelga decir que necesitamos líderes por supuesto – sino que estará más cerca cuando el “pueblo, bajo, municipal y espeso” – que dice Rubén Darío en un poema, se convierta en una fuerza histórica. Ciertamente la clave de la historia, como dice Ellacuría, es apropiación de posibilidades, pero la acción humana se da dentro de unas estructuras espacio-temporales muy específicas. El reto como Universidad es hacer precisamente nuestra contribución universitariamente. Si nuestra contribución es como universidad para el cambio social, nuestra tarea tiene que ver precisamente con la construcción de ese sujeto histórica que viene desde el reverso de la historia.
No somos nosotros, sino los pobres – los pequeños, los “desde abajo” – hombres y mujeres con conciencia socrática e inspiración cristiana. Nosotros sólo somos facilitadores… siervos inútiles somos… nuestra contribución ha de ser la de construir desde la nada, ese sujeto histórico. Esta consideración es importante tenerla siempre en este mes de noviembre en que traemos a la memoria tantos nombres de hombres y mujeres que soñaron con un mundo nuevo. Los protagonistas son otros, nosotros sólo debemos mantener su memoria, mantener viva la esperanza de un mundo nuevo y la lucha incansable por hacerlo realidad.